BORGES Y EL HIPERTEXTO

marzo 22, 2009

Como todos sabemos, Borges fue una de las eminencias más destacadas de la literatura del siglo XX. Su genialidad consistía en hacer de cada cuento un auténtico laberinto, en donde el lector tuviese infinitas posibles respuestas o derroteros para salir airoso. Así pues, se lograba el verdadero propósito del escritor: crear una genuina red de conexiones, las cuales recibirían de calificativo hipertexto. El hipertexto literario es el germen del verdadero conocimiento humano. A menudo, cuando intentamos comprender a la perfección un relato de Borges nos resulta realmente complicado, ya que su forma de escribir nos suele parecer de lo más fragmentaria y surrealista, debido principalmente a la escasa linealidad de sus palabras, las cuales nos arrojan a un cúmulo de confusiones e incertidumbres.

Pues bien, deberíamos intentar reflexionar acerca del pensamiento humano y replantearnos preguntas, tales como… ¿Cómo alcanzamos el conocimiento? ¿De qué forma damos a conocer lo ya antes conocido? En definitiva, ¿qué tipo de conexiones se producen en nuestro cerebro que nos permiten hablar y expresar todo aquello que tenemos retenido? A través de esta última pregunta podríamos establecer la conclusión, de que el hipertexto no es más que un mecanismo hecho a semejanza de nuestras conexiones neuronales, por tanto, no nos deberían parecer tan complicados e inalcanzables los múltiples significados que entraman los cuentos de Borges, pues nuestra forma de pensar no dista del mecanismo dichos significados.

En primera instancia tratamos de hablar de un tipo de hipertexto, “el hipertexto literario”, ahora bien, si nos adentramos en el mundo del hipertexto “a secas”, nos vemos obligados a mencionar al ilustre Vannevar Bush, que a diferencia de Borges no era literato, sino que por el contrario dedicó su vida a la ciencia y a la ingeniería. De la mano de éste no sólo surgió el concepto de “hipertexto”, sino también el de “Memex”, el cual nunca se desarrolló pero inspiró a otros muchos ingenieros que obtuvieron próspera celebridad.

Dicho esto y a modo de conclusión, me gustaría hacer verdadero hincapié en la literatura de Borges y en concreto en su magnífica obra “El libro de arena”, pues la técnica perspicaz que subyace en éste es la agudeza a la hora de sacar a relucir toda una serie de tópicos que se repiten incansablemente fomentando la atención del lector y la irremediable participación, pues si éste no quiere quedarse al margen y desea sumergirse al máximo en la historia ha de pensar hipertextualmente.

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